lunes, 31 de agosto de 2009

Arrival

lunes, 31 de agosto de 2009
Espera.
Espera de mil minutos y muchos nervios en el aeropuerto de Granada. Y empieza el vértigo. Cuando despegó el avión, parecia una caida en picado, y en nada, pusismos los pies en tierra. Y ahi llegó la espera interminable, acordandome de las miles de despedidas, de la pena que me daba irme, sin dormir ni pudiendo dormir, dando una vuelta, otra, otra más, haciendo tiempo, intentado comer, otra vuelta, ver una revista, escuchar música, todo...hasta que llegó el momento. Todos los nervios se despejaron. Apareció un poco de emoción, pude dormir y luego comer, y llegamos a tierras belgas.
Todo tan verde y tan melancólico. Tan vacio, tan frio.
Gare du midi, un laberinto y entender los carteles y lo que me decian, completamente imposible. Cogemos un tren, luego un autobus, luego otro tren, y después de 2 horas, llegamos a Amberes, la de verdad. Y otro rato más, hasta que llegamos al centro, sin dormir, sin comer, sin saber...
Y después de encontrar un techo para dormir, a buscar sitios para comer en una ciudad que a las 10 de la noche ya no tiene vida, y, por supuesto, ningún sitio abierto. Nadie en las calles, oscuridad, frio. Y unas galletas de cena, a falta de algo mejor.
Un día de pesadilla.

Y sigo viva.

viernes, 14 de agosto de 2009

The Tourist

viernes, 14 de agosto de 2009
A dos semanas (aproximadamente) de cambiar de país, las Cartas a Todas tus Catástrofes cambian de rumbo para convertirse en lo que será el blog de las aventuras de una erasmus en Amberes, con nuevo diseño, nombre y propósito.
Para más Cartas a Todas tus Catástrofes...buscadme en http://lenmelon.tumblr.com.
Cada cosa en su sitio.


Y para completar, os dejo con el verdadero The Tourist.

http://www.youtube.com/watch?v=NieRx4HPLTs

martes, 11 de agosto de 2009

Quincedemarzodedosmilnueve

martes, 11 de agosto de 2009
Un encuentro fortuito, de esos que atan tus manos al destino y encadenan tus pensamientos al presente y más allá.

Una conversación infinita, de esas que a las seis de la mañana no están más que empezando.

En los escasos minutos que cada día dedicaba a mi reflejo, mis latidos se encogían de pura soledad, de frío, de oscuridad, de necesidad.

Un escalofrío recorría mi columna, que sujetaba mi endeble cuerpo a esta gravedad terrenal y que no hacía más que volar por un cielo azul de esponjosas nubes blancas, para luego chocar con un nubarrón más negro de la cuenta, que se empeñaba en mojar y estropear el paisaje.

Muchos nubarrones recuerdo.

Cierro los ojos y trato de recordar algo más que oscuridad en esos días de irreverente monotonía. Eran minutos sin vida, y cada segundo se desvanecían un poco más. La oscuridad se adhería a mí, y me congelaba cada minúsculo milimetro, haciendo de mi existencia un completo sinsentido, en el que los espejos mostraban un ser cada vez más evanescente que un día, terminaría por desaparecer.

Y es por eso, que si miro hacia atrás, me da miedo ver algo más que oscuridad. Era todo tan oscuro que mi voz era una ironía y mis palabras, burlas.

No tengo recuerdos de mi muerte, solo partículas de momentos que viví, que aparecen en mis sueños y que siempre acaban huyendo.

No quisiera entretenerme más de lo que debo en esta clase de asuntos, para así seguir construyendo la historia que continuó.

Tras mi desmemoriada aventura, llegó otra nueva.
 
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